viernes, 18 de julio de 2008

Cuentos Cortos de Julio Cortázar



HISTORIA VERIDICA
A un señor se le caen al suelo los anteojos, que hacen un ruido terrible al chocar con las baldosas. El señor se agacha afligidísimo porque los cristales de anteojos cuestan muy caro, pero descubre con asombro que por milagro no se le han roto.
Ahora este señor se siente profundamente agradecido, y comprende que lo ocurrido vale por una advertencia amistosa, de modo que se encamina a una casa de óptica y adquiere en seguida un estuche de cuero almohadillado doble protección, a fin de curarse en salud.


Una hora más tarde se le cae el estuche, y al agacharse sin mayor inquietud descubre que los anteojos se han hecho polvo. A este señor le lleva un rato comprender que los designios de la Providencia son inescrutables, y que en realidad el milagro ha ocurrido ahora.


INSTRUCCIONES PARA DAR CUERDA AL RELOJ
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca.
Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia de comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

martes, 15 de julio de 2008

Cuentos cortos de Julio Cortázar




EL ALMUERZO
No sin trabajo un cronopio llegó a establecer un termómetro de vidas. Algo entre Termómetro y topómetro, entre fichero y curriculum vitae.

Por ejemplo, el cronopio en su casa recibía a un fama, una esperanza y un profesor de Lenguas. Aplicando sus descubrimientos estableció que el fama era infra-vida, la Esperanza para-vida, y el profesor de lenguas inter-vida. En cuanto al cronopio mismo, Se consideraba ligeramente súper-vida, pero m s por poesía que por verdad.

A la hora del almuerzo este cronopio gozaba en oír hablar a sus contertulios, porque Todos creían estar refiriéndose a las mismas cosas y no era así. La inter-vida manejaba Abstracciones tales como espíritu y conciencia que la para-vida escuchaba como quien Oye llover, tarea delicada. Por supuesto la infra-vida pedía a cada instante el queso Rallado, y la súper-vida trinchaba el pollo en cuarenta y dos movimientos, método Stanley-Fitzsmmons. A los postres las vidas se saludaban y se iban a sus ocupaciones, Y en la mesa quedaban solamente pedacitos sueltos de la muerte.


EL CANTO DE LOS CRONOPIOS
Cuando los cronopios cantan sus canciones preferidas, se entusiasman de tal manera Que con frecuencia se dejan atropellar por camiones y ciclistas, se caen por la ventana, Y pierden lo que llevaban en los bolsillos y hasta la cuenta de los días.

Cuando un cronopio canta, las esperanzas y las famas acuden a escucharlo aunque no Comprenden mucho su arrebato y en general se muestran algo escandalizados.
En medio del coro el cronopio levanta sus bracitos como si sostuviera el sol, como si el Cielo fuera una bandeja y el sol la cabeza del Bautista, de modo que la canción del Cronopio es Salomé desnuda danzando para las famas y las esperanzas que estén ahí Boquiabiertos y preguntándose si el señor cura, si las conveniencias. Pero como en el Fondo son buenos (los famas son buenos y las esperanzas bobas), acaban aplaudiendo Al cronopio, que se recobra sobresaltado, mira en torno y se pone también a aplaudir, Pobrecito.